CANTO XVII DE LA COMEDIA HUMANA
TORMENTOSO FUEGO HUMANO
Y
PANDEMIA
Vi cruzando de regreso al infierno,
Su fuerza veloz como fuerza volvió,
Nada cesaba como el fuerte invierno.
Vi como el fuego ardía en lenguas llamas,
Es ceniza el injusto que entre el fuego
Su alma roza entre las fétidas almas.
De terrenales actos que caían
Como fuego que derrite la vida,
Con lo más temido y estos lo sabían.
Desde ahí la fiera de la pandemia,
Se abría paso amargando la vida,
La tierra infectaba de forma seria.
El monstruo buscaba a los violentos,
Cachos del cuerpo pinchaban con virus,
Inoculados llegaron a muertos.
Como astro sinuoso sorprendente,
Misterioso naciente de la ciencia,
Del ser inexplicable de la mente.
Nunca se creyó que viajara el huésped
Cruzando el inmenso océano en barco.
Como extraño pasajero de peste,
Con los tentáculos cortando el aire,
Y flamantes de destrucción y muerte
Con intimidación de gran desaire.
Misterioso, que anda en el universo,
Cosa que sume en dolor y delirio.
Oprime, asfixia como huésped protervo.
¡Ah!, lo llamaron Covid del infierno,
Mi guía dijo: ´´Y dolor nunca vi tantas almas en un díaestá hambriento de humano,
Con fauces de tormenta de invierno.´´
Estuve en el Purgatorio, era llanto.
Nunca vi que estuvieran tantas almas,
Con dolor comentaban del espanto. ´´
´´En desoladas calles vi la bestia,
Y cuando bajé a la tierra baldía,
todo esfuerzo arrebató la bestia. ´´
´´La tierra enloquecida por enfermos,
Y muertos, empobrecida entró en pánico,
Despertando, entre vivos, las falencias,´´
¡Oh!, clamaron: –qué poder destructivo–,
–De temidas cabezas temerosas–.
Así, al humano lo vi improductivo.
La ola de miseria, entre otras pandemias.
Angustiados gritaban: –hasta cuándo–.
–Señor, ¡sí!, somos cuerpos con anemias–,
–Descuido la belleza concedida–,
–Yo como barro me desplomo en polvo–,
–E inanimado soy en la existencia–.
¡Xenofobia!, erguida por el desengaño,
Aflora cuando tolerado ataca,
Más si la peste refleja el engaño
Con el demonio del absurdo expuesto,
De natural rechazo del sensato
Que se angustia por el enfermo y muerto.
Rebaño protector. Difícilmente,
Por qué os afanáis con cosa fútil:
Crimen cometéis con fresca mente,
Semejantes agonizando y tristes.
Satanás, es interpelado: –¿qué ganas?–,
Que con robo y rebeldía te vistes.
Y como leño ardes en el infierno,
Despertando al ciego futuro. Diablo,
Hiere y ciñe su mortal sempiterno,
Cual líder vendiendo, la verdadera,
Verdad –de falsos profetas– de vida,
Que endulzan y detrás la enredadera,
Los vi odiarse entre sí, en el odio eterno.
En tierra lloran y en el purgatorio
Y arder de miedo en el eterno infierno.
Proseguí: –malvados que hacen maldades–.
Las herramientas del gran ser buscarlas,
Con solución siempre, y, ellas son verdades.
La voluntad, proporcional futuro,
Lo demás, intenciones y deseos;
Sin perseverar dolerá en el muro.
Prosiguiendo el pedregoso camino,
Vi inspirado el poeta de poetas;
Lírico, como pájaro en su trino.
Entonces consciente vi correr gente.
Turba, salvaje como fiera hambrienta,
Con perfil destructor y sorprendente,
Que sacudió tanto mi mente herida,
No podía creer tanta pandemia
De tan minúscula cosa temida,
Desbaratando la vida y el derecho,
De seguir, tan humano, vivo y libre.
¡Nunca!, en maltrato mutuo y deshecho;
Pero así, las actuaciones, virales,
Se expresan infernales, ni valores.
Vi como cosas de humanos reales.
Sorprendido, no podía creerlo,
Tanta monstruosidad incendiando.
Alaín De Delle, dijo: ¿entenderlo?
Crimen en bienes por el fuerte infierno.
¡Me quemo!. Gritos: ¡cometas de fuego!,
Y caían como lluvia en invierno.
El cielo y la tierra en caos por vándalos,
Vi vulgar elocuencia que corría.
Destruía y se escondían, los malos.
Y el virus aprovecha atacando:
Unos miedosos, otros aislados,
Otros muertos y él, vivo y coleando.
De nuestra sangre así teñido el mundo,
Doliente ninguno cuando el mal viene.
Todos sin ley y extraños inmundo.
Jesús, dijo: `todo está consumado``,
–Sus semejantes lo desdibujaron–.
Aún lloran porque es el gran amado.
La pandemia le resta a los mayores,
No respetando sus valiosas canas.
Igual la juventud, sin sus mayores…,
Y honor y respeto enseña el padre,
Y engrandeciendo el gran misterio humano,
Y el paradigma obediente a la madre.
Vi circular el software Del Libre
Desarrollo De La Persona. ¡Exceso!
Naufragando en sociedad temible.
¡Ay!, vi los gritos tormentosos de almas,
Reclamando derechos como afrechos.
Hasta en tejados de pies los fantasmas.
Mi guía dijo: ´´la vi entre las flamas,
Retorciéndose en fuego sorprendente,
Aún rebelde revolcada en llamas;
Entenderlo no podía, en mi mente.´
©R. Arévalo.